Un pequeño giro de guión es el que proclama «Far Cry New Dawn», nueva entrega de la saga de videojuegos que, por primera vez, sumerge al jugador en un ambiente postapocalíptico. El título repite la fórmula de sus predecesores, que resulta algo manida, pero que respira diversión por los cuatro costados.
Para bien o para mal, contempla unas dinámicas familiares. En todos los sentidos, desde el manejo del personaje -que vuelve a ser mudo-, la conducción de vehículos y ese entorno que fomenta la libertad de acción. Esta propuesta vuelve a las andadas historiográficas, coqueteando con la América de Trump. Algo lógico, por otra parte, dada su fuerte conexión con « Far Cry 5».
a 17 años después de los sucesos acaecidos en la línea temporal del anterior episodio, con lo que ejerce casi de extenso epílogo. De hecho surge la figura de Joseph Seed, antagonista y villano, ahora convertido en una suerte de ermitaño y cuyo hijo, Ethan, debe seguir sus pasos en aras de mantener ese legado.
Ese acento hacia la supervivencia también se mueve hacia otros ángulos. Aunque se plasma el mismo concepto de los anteriores, en esta entrega da la sensación de que las relaciones entre personajes están tejidas de un modo más coherente. Hablar con ellos, extraer convicciones y descubrir nuevas motivaciones eleva el pulso de la acción, abriendo nuevos caminos que recorrer.
Propone un viaje hacia lo salvaje. Su gran baza es volver a las llanuras bélicas. Lo consigue a través de una descomunal propuestas gráfica y recreación de una América devastada, pero que, por poco que te fijes, resulta familiar. Y es normal, puesto que se han reciclado pasajes y mapas de «Far Cry 5». Aunque es un título independiente no puede ocultar su herencia recibida. No existe interés dramático. Todo se mueve por una alocada propuesta narrativa sin complicaciones ni profundización, que empuja al jugador a vérselas por sí solo en este pequeño universo libre.
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